Decir que la Tata Angelita es uno de ellos no es descubrir ningún secreto.
Hablar de la Tata es hacerlo de un miembro más de la Familia. Creo que casi todos la recordamos y la tenemos presente como eso y más; alguien que siempre ha estado con nosotros, siempre trabajando, siempre servicial y siempre queriéndonos a todos si bien no por igual rasero….porque la Tata, es sabido, siempre tuvo su ojito derecho e izquierdo en un Yañez Polo, concentrando su enorme amor e inmensa capacidad de protección en él y ahora, además, en su descendencia.
Pero la ñañada nada tiene que decir, pues con el resto de su cariño nos ha hecho a todos la vida un poco más agradable, protagonizando, además, varias de las más sabrosas anécdotas familiares.
Desde aquí pido, por un lado, a los autores del Diccionario que completen la entrada de la Tata con tanta información como sea posible: Ella se merece tener un puesto de honor en el contexto de los Ñañe que entre todos queremos salvaguardar para que nuestra pequeña historia no se diluya de inmediato, como aire en el aire, y se mantenga algo más en la memoria de todos cuando cada vez estamos más lejos de los hechos. Y por otro sugiero un homenaje a la Tata en el contexto de la gran reunión Ñañe y que sé que se prepara, meeting en el que tengo puestas pocas esperanzas ya que han sido muchos eventos como este los que se han quedado en los posos de los cafés de las charlas donde se fraguaron.
Pero que el otro referente es Valentín, quizá no sea tan obvio.
Los cuadros de Valentín siempre han estado en casa. Cambiaban de sitio y de marcos; se pasaban incluso largos periodos en el trastero o encima de algún ropero, pero siempre acababan por reaparecer para traer con sus malos trazos y deleznables composiciones una cierta idea de continuidad, una especie de resistencia férrea a la evidencia del paso del tiempo: Todo cambiaba, pero los cuadros seguían, con su pésima factura pero
adquiriendo la pátina entrañable que ahora los revaloriza.
Decía Jorge Bernales sobre las obras de arte religiosas que resultaba muy difícil criticar las realmente malas porque incluso sobre ellas, muy lejos de los cánones artísticos se producía el fenómeno de la interconexión emocional con personas que no toman en cuenta esos criterios estéticos. Y esas personas merecen respeto. Donde no llega el arte, llega la devoción, decía con sabiduría Jorge.
Con la obra de Valentín sucede algo parecido. Hemos pasado tanto tiempo conviviendo con sus cuadros, tantísimos ratos buenos hablando de ellos y de sus defectos (especialmente los del inefable cuadro de la cabra), que no podemos despreciarlos. Son parte de nuestra historia y aunque nos aturda, somos conscientes que, como objetos,tienen la posibilidad de sobrevivirnos mucho tiempo, con sus pegotones de óleo es verdad, pero también con todas nuestras miradas atrapadas, de alguna forma, en el lienzo.
Quiero reivindicar la figura y obra de Fray Valentín. Y empiezo con su nombre del que hasta hora ni el apellido se recordaba. Comprobando los cuadros para preparar estas líneas uno de ellos aparece firmado como Fray Valentín González: El único en el que no aparece la clara firma simplemente identificándose como Valentín.
Y para comenzar animo a todos los posedores de Valentines que lo hagan saber a través del blog con envío de fotos, descripción de la obra y orígenes de la misma.
De esa forma podremos obtener el primer catálogo de un artista de indudable tercera fila, de historia rocambolesca hasta donde alcanzamos a conocer (que es muy poco) pero que por los avatares de la vida, está imbricada con la nuestra.
Quiero aportar en una primera tanda tres cuadros de Valentín que son los siguientes
Bodegón. Oleo sobre lienzo. Regalo de Dña. Carmen Polo Ruiz a su hija Esperanza con motivo de su enlace matrimonial con Rafael Soto Castro. Se ubica en la actualidad en el hall del piso de los Soto Yañez. No aparece a primera vista la firma de Valentín. Ello hizo suponer durante muchos años que se trataba de un trabajo realizado por un tercero (¿Maireles?). El autor de estas líneas maleándose la costumbre de los Soto Yañez de hacer coincidir el cuadro al marco y no al revés, como suele ser habitual, recientemente le dio la vuelta y pudo comprobar que, efectivamente el lienzo es más largo que el marco y que un trozo de este queda fuera del espacio de aquel. En este sobrante aparecen dos manzanas, una hoja y la firma de Valentín. Fue un momento memorable para la investigación en Historia del Arte.
Marina nocturna. Oleo sobre lienzo. Este pequeño formato y el que mas adelante se dice fue objeto de encargo por parte de Esperanza Yañez Polo. Aparece firmado por Fr. Valentín González. Aparentemente esta firma es de trazo diferente a las restante firmas y es un buen punto de partida para ulteriores estudios.
Marina diurna. Oleo sobre lienzo. Compañero del anterior. Al dorso del lienzo hay una inscripción que dice a tres niveles:
Sevilla, 1956
Fray Valentín.
Mercedario
Rafael M. Soto Yañez
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